En nuestro tercer dÃa de caminata, nos levantamos más temprano que el dÃa anterior, esta vez lo tenÃamos todo listo para partir. Volvà a tomar los impermeables porque la lluvia aún amenazaba con continuar, comida y una mochila pequeña era suficiente porque ese dÃa Ãbamos a hacer el viaje a Pazos de Arenteiro y el acompañante de São nos recogerÃa allà para pasar la noche nuevamente en Melgaço . Este serÃa el último dÃa que regresarÃamos a Portugal, porque entonces el camino empezaba a adentrarse en las montañas de España y la distancia ya empezaba a ser alta. Después de desayunar, nos dirigimos a Ribadavia. El dÃa anterior habÃamos encontrado abierta la oficina de turismo donde sellamos nuestra credencial y pedimos información sobre el Camino. El panorama que nos presentó el empleado no fue muy positivo. Nos dijo que el camino no estaba bien señalizado, que no nos aconsejaba mucho seguirlo, pero que si querÃamos probar podÃamos arriesgarnos un poco de suerte. HabÃa recibido algunos comentarios de personas que se habÃan perdido, especialmente en la parte más montañosa de la ruta. Lamenté no haber tenido tiempo de explorar Ribadavia, es una ciudad histórica en España y todas sus calles aún son medievales, fue la capital de la comarca del Ribeiro, una importante ciudad antigua en el Reino de Galicia. Tiene un pasado muy noble, se erige como una atalaya natural entre los rÃos Avia y Miño. Para cuando llegamos a la ciudad y luego de haber caminado los 26 kilómetros propuestos ese dÃa, acumulando los 14 del dÃa anterior, el cuerpo solo pedÃa descanso, y aún faltaba mucho para llegar a Santiago. [...] En este tercer dÃa de caminata recorrerÃa unos 20 kilómetros, aunque la idea era ir un poco más allá de esta meta. [...] El objetivo fijado para este dÃa serÃa ir a Beade, San Clodio y finalmente Pazos de Arenteiro.
La primera parte de la ruta se hizo junto al rÃo Avia, y nada más salir de Ribadavia empezamos a tener dificultades para seguir las indicaciones, las señales de Santiago de Compostela habÃan desaparecido. Como ya habÃa sucedido, apareció una señora a quien le preguntamos por direcciones. En este caso, la señora no sabÃa que habÃa un camino a Santiago y su vecino, que estaba escuchando la conversación, se acercó a ella para tratar de ayudarnos... orientarnos. Como no hay señales, seguimos por la carretera principal OU-504, unos metros más adelante encontramos la señal que indica nuestro camino, que ahora gira a la izquierda, donde se adentra en medio de un pueblo muy rústico con casas muy antiguas. llamado San Cristóbal. Desde aquà seguimos un camino asfaltado hacia el norte que fue un antiguo camino real y que hoy se llama Congostra. Aquà el camino comienza a adentrarse entre grandes viñedos que se perdieron de vista y pronto empezó a llover.
El camino que llevarÃa a Beade fue rápido de hacer, la lluvia hizo que aceleráramos un poco el paso y estuvimos allà en poco tiempo. Paramos en el bar del Celta para sellar nuestro escudo y tomar un café e intentar secarnos un poco. Siempre que habÃa una posibilidad, parábamos en un café, era una excelente manera de tomar algo de energÃa para los kilómetros que tenÃamos por delante.
Después de esta breve parada, nos quedaban casi 6 kilómetros, y aquà la lluvia no nos defraudó, todo el camino por delante estaba siempre bajo la lluvia. En Beade nos adentramos por callejuelas estrechas y construcciones relacionadas con la explotación del vino, aquà incluso podemos observar algunas configuraciones que ya venÃan de la época medieval. Aquà la ruta sube un poco y nos lleva a la ermita de S. Roque que se encuentra frente a la iglesia parroquial de Santa Maria de Beade, edificio que destaca en medio de los viñedos.
A partir de aquÃ, seguimos la dirección de la carretera asfaltada, y en cierto punto del camino, la indicación de girar a la derecha nos mostró un camino de bosques y arbustos, que en ese momento no era muy agradable de hacer, con nuestro Los pies todos mojados y al pisar charcos de agua y vegetación mojada de nuevo aparecÃa la condensación dentro de la gabardina. A pesar de todo nos ofreció unas vistas maravillosas, árboles que se cruzaban y formaban caminos y senderos para los animales salvajes que habÃan pasado por la zona.
Esta parte del camino tardó en hacerse, las subidas se empezaron a acentuar, la lluvia molestaba y los pies completamente mojados no ayudaban. En un momento paramos a descansar en un lugar donde no lloviera, yo estaba toda mojada, como el primer dÃa. Tras unos quince minutos de descanso, seguimos subiendo hacia el norte hasta llegar a Vieite, un pueblo muy caracterÃstico y bonito con calles asfaltadas y muy cuidadas. Seguimos caminando hasta que un buen olor apareció en el aire… Aunque ya habÃamos almorzado, nos abrió el apetito, seguimos caminando y pronto vimos de dónde venÃa ese aroma, era de un restaurante que estaba ubicado allà llamado O Trote y lo bueno que fue encontrar ese lugar. Estábamos completamente mojados, acabábamos de entrar a tomar un café, la señora nos recibió tan bien que terminamos almorzando, ya era un poco tarde pero hizo una excepción y nos dejó quedarnos mientras ellos (el personal del restaurante) también almorzamos. Como vio que todos estábamos mojados, puso más fuego en la chimenea que ardÃa en la sala y nos dijo que nos pusiéramos cómodos. Esa situación era como si hubiera aparecido de la nada en un momento de angustia. El restaurante por dentro era muy rústico, lleno de decoraciones antiguas muy caracterÃsticas de los pueblos, aprovechamos para secarnos y di una vuelta por el restaurante para admirar las piezas.
El fuego estaba tan encendido que solo durante el tiempo que estábamos almorzando logramos secar toda la ropa que tenÃamos, incluidos los zapatos. No puedo dejar de recalcar lo excepcional que fue este lugar en ese momento, apareció en un momento de mucha angustia y fuimos muy bien recibidos. La comida estuvo estupenda y la dueña del lugar, Trini, nos recibió con enorme generosidad. La comida estuvo estupenda y la dueña del lugar, Trini, nos recibió con enorme generosidad. Estuvimos hablando un rato con ella y nos dimos cuenta que no habÃa mucha gente haciendo ese camino a Santiago, la señora se preguntaba si era su establecimiento el que no estaba bien señalizado o no habÃa mucha gente parando ahÃ.
Después de haber descansado como una hora allÃ, continuamos nuestro camino, ahora más descansados ​​y con la ropa toda seca, habÃa dejado de llover, esa pausa fue vigorizante para lo que aún nos quedaba por recorrer.
Por Irina Marques
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