Ya estábamos preparados para continuar nuestro camino, en esta siguiente fase nos dirigimos a Ribadalvia que estaba a unos 13 kilómetros de Cortegada, sin embargo creamos otras etapas en nuestra cabeza para hacer más llevadero el camino. En este tramo pasarÃamos por Meréns, que estaba a 4 kilómetros ya la misma distancia encontrarÃamos Arnoia, era como si estos pequeños pueblos marcaran metas, donde disfrutarÃamos del lugar y nos detendrÃamos.
No nos sentimos cansados ​​cuando llegamos a Cortegada, sabÃamos que la mitad del camino establecido para ese dÃa ya estaba hecho y en ese momento se sentÃa bien parar a tomar un café y recuperar fuerzas para continuar, no paramos ni un minuto. mucho tiempo porque sabÃamos que cuando parábamos, el cansancio podÃa pasar al acecho en cualquier momento y eso no podÃa pasar.
Pasamos por el interior de Cortegada y continuamos siguiendo las señales que indicaban nuestro camino. En esta etapa, el camino se adentraba más en las faldas de las montañas, las casas de piedra seguÃan formando pequeños racimos, el olor a vegetación y las hermosas flores que comenzaban a despertar con la primavera nos acompañaban por todas partes y los colores lila, rosa, blanco, el amarillo creó escenarios idÃlicos creando fuentes de gran inspiración. Mi mente imaginaba, creaba en ella escenarios y fantasÃas acompañadas de colores y musicalidades. Muchas cosas me vinieron a la cabeza, otras las abandoné. Ya fue en este dÃa que mis pensamientos comenzaron a ser muy profundos, habÃa abandonado la rutina diaria de las tareas, estaba en contacto con toda esa naturaleza y, ahora sin lluvia, la mente se volvió más libre y comenzó a organizarse. Una cosa que ayudó en esta parte de la ruta fue cuando descansamos nuestra ropa y zapatillas ya se habÃan secado de la lluvia que habÃamos cogido antes, en ese aspecto se hizo más llevadera esta parte del camino.
En medio de toda esa belleza y caminar en silencio, donde el ritmo solo lo marcaban nuestros pasos en un ritmo constante - viajé... solté lo que me retenÃa, pensé en lo que podÃa, me cuestioné lo que deberÃa. Fue solo una de varias veces que volvà a soñar despierto como solÃa hacerlo, pero en un sueño en el que se me permitÃa ver las cosas con claridad. Hay momentos que no son fáciles de describir con palabras, fue algo demasiado profundo, algo que solo habÃa logrado hacer al hacer mis mandalas, una conversación fantástica donde el entendimiento sin juicio fue constante. Pero la conversación fue interrumpida por la música, en algún momento tuve que colgar.
En esta ruta, nos encontramos entre alcornoques, encinas y pinos, era un paraje natural de una belleza única y sorprendente, algo similar a toda la zona norte de nuestro paÃs. Galicia es una especie de continuidad, se consideran nuestros hermanos y hablamos un idioma muy parecido, cualquiera que nos cruzamos en el camino entendÃa perfectamente el portugués y nosotros el español. Muchas veces traté de hablar español, incluso para practicar, la comunicación fue entendida por ambas partes.
En San Benito pasamos por un mirador y visitamos el exterior de la Iglesia de San Benito do Rabino.
En San Benito pasamos por un mirador y visitamos el exterior de la Iglesia de San Benito do Rabbi.
Luego pasamos por Muinos y continuamos entre la vegetación por un camino de grava hasta Meréns. Este era un paisaje muy bonito, a nuestra izquierda el rÃo Miño seguÃa su camino sinuoso entre los valles ya lo lejos podÃamos ver la vÃa férrea por la que pasaba el tren. La idea era hacer este viaje en tren algún dÃa.
En Meréns pasamos justo por el centro del pueblo y subimos por un camino que nos llevó a la iglesia parroquial, sabÃamos que dentro de la iglesia habÃa un altar romano, sin embargo, la iglesia estaba cerrada, seguimos por la derecha y nos fuimos hasta un pequeño pueblo. TodavÃa no habÃamos pasado por ninguna iglesia abierta, a excepción de la primera en São Miguel de Destriz.
Subimos un poco más y continuamos por un camino de tierra entre muros, con algunos tramos asfaltados, hasta encontrar otro camino de tierra más ancho. Esta parte de la ruta tomó un tiempo para hacerla, fue la primera subida más empinada que atravesamos, subimos un poco por las montañas y siempre caminamos entre la vegetación. Finalmente llegamos a Meréns y el primer objetivo de casi 4 kilómetros estaba cumplido, faltaban los 10 kilómetros restantes.
En Meréns encontramos a una señora del pueblo que nos indicó el camino correcto, ella sabÃa que habÃa más gente que habÃa pasado por allà y por la falta de señales se metieron en el campo y se perdieron, de nuevo apareció una persona adecuada en el lugar necesario. Fue en este tramo de la carretera que nos llevarÃa a Lapela y Remil, donde pasamos por las zonas más bonitas visitadas hasta entonces. Aquà encontramos varios rastros de la fauna de la zona, huellas de huellas de animales, especialmente de jabalÃ.
Los árboles que se inclinaban sobre las piedras y el camino realizado entre muros de pocos metros aportan un estado de ligereza, descendemos hasta llegar a Poldras, en un lugar donde cruzamos el rÃo Arnoia, cerca del Monasterio de Celanova y la iglesia parroquial. de S. Salvador.
La zona junto al rÃo Arnoia, estaba muy bien arreglada con un parque de ocio y puentes de madera que cruzaban el rÃo, aprovechamos y paramos a descansar un poco y comer algo. Los contrastes de luz con el verde de la vegetación brindaban un buen lugar para contemplar un poco el entorno que nos rodeaba y aun asà encontramos algunos detalles curiosos y divertidos en este lugar.
Volvimos a nuestro camino después de un buen descanso y ahora nos dirigÃamos hacia Paixón y SendÃn, los viñedos aparecÃan para puntuar y adornar el paisaje. En estos lugares también hay dos altares romanos que se pueden encontrar en el Museo Arqueológico de Ourense. Fue en Paixón donde conocà a un hombre con una filosofÃa de vida muy interesante, cuando paramos a tomar un café se desahogó un poco sobre cómo pensaba que funcionaba la vida y algunas teorÃas sobre cómo moverse a través de portales, lamentablemente no tuve mucho tiempo para hablar a este hombre, querÃamos llegar a Ribadalvia y parecÃa que querÃa desarrollar mucho su tema. El camino me recordó mucho cómo la gente vive su dÃa a dÃa, sus creencias, sus ideologÃas y sus metas y es interesante ver como los seres humanos tenemos tantos puntos en común pero también tenemos nuestras individualidades y convicciones.
Seguimos a San Amaro donde predominó un arte muy caracterÃstico… presente en casi todas las casas.
Fue en este tramo del camino que encontramos al Sr. Iglesias, mientras yo estaba distraÃdo por un cabrito muy comunicativo que repetÃa los sonidos que escuchaba, São conoció a un señor que estaba pulverizando sus vides, pasamos un rato hablando con el señor, quien nos explicó cómo era esa fase de la la plantación estaba funcionando y la dejamos atrás y continuamos nuestro camino.
Desde San Amaro seguimos por una carretera asfaltada hasta A Porqueira y poco después llegamos a las casas de Reza, donde habÃa una barca que servÃa para cruzar el rÃo Miño hasta el pueblo de Francelos que está en la orilla opuesta.
Poco a poco empezamos a ver Ribadavia a lo lejos, el camino seguÃa una carretera asfaltada hasta llegar a un puente que cruza el rÃo Miño. Al llegar a este lugar nos invadió un sentimiento de gran felicidad, nuestro objetivo del dÃa era largo, habÃamos recorrido los 26 kilómetros que nos habÃamos propuesto, disfrutamos de todo el entorno y detalles del camino, nos encontramos con algunas personas de las localidades, tenÃamos esfuerzo fÃsico y mental y en la cabeza empezaron a tener sentido muchas cosas. Fue solo el primer dÃa de muchos más por venir. Ese dÃa, debido a la proximidad con Portugal, el acompañante de São vino a recogernos y pasamos la noche en Melgaço.
Ese dÃa, el cansancio comenzó a apoderarse del cuerpo y los pies comenzaron a dar señales de que ya comenzaba a aplastarlos.
Por Irina Marques
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