La continuación de la ruta se realiza por las afueras de Bieite y comienza a adentrarse en medio de la sierra, sin embargo el camino está bien señalizado y limpio que permite el paso. A pocos metros de nuestra salida del Bar Restaurante O Trote, encontramos un cruce con la simbología alegórica de los peregrinos de Santiago y un cartel de que veníamos por el camino de Braga y estábamos en Beran. Aquí ocurrió un dato curioso, cuando estábamos haciendo una foto de este lugar, nos pasó un chico en bicicleta y le preguntamos si hacía el Camino y nos respondió que venía de Braga. Fue la primera persona que nos encontramos en el camino, le deseamos “Ultreia et Suseia” (resucitar las lenguas muertas) y él a nosotros y siguió su camino. Durante gran parte del camino por la montaña podemos ver las marcas de las bicicletas en el suelo. Después de caminar unos 15 minutos, empezó a llover de nuevo.
El recorrido que siguió fue de subida y bajada entre la vegetación, algo muy agradable donde se podía oler la tierra mojada y todos los perfumes naturales que traía la tierra, y como empezaba a asomar la primavera, muchos de los árboles estaban en flor pasamos por debajo de ellos y soltaban los pétalos que caían suavemente al suelo, era algo encantador, los escenarios que presenciamos inspiraban todo tipo de sensaciones y, muchas veces cuando pasaba algo más desagradable, siempre había un paisaje, un detalle, un olor, una persona que conoció y nos proporcionó bienestar. [...] Pero que esta ruta nos dejó sin aliento con las subidas, era cierto, era difícil y era muy importante poner en práctica algunos de los ejercicios aprendidos sobre la respiración. Ayudándome de los pies empezaron a salirme ampollas, ya me había aparecido la primera y le puse el cariñoso nombre de Bia (Bárbara, Bruna, Benilde, Bela siguieron… pero ese no es tema por ahora). En esta parte del camino pudimos escuchar todos los ruidos de la naturaleza, desde los árboles crepitando con la lluvia, las gotas que caían sobre el suelo que ya se calmaba, los pájaros con todas sus sinfonías y algunos animales más salvajes que con nuestro pasaje fueron expulsados. Sin embargo, a los pocos kilómetros nos dirigimos al municipio de Leiro, y solo cuando llegué a casa y visualicé el camino que habíamos tomado me di cuenta de que en esta etapa de la ruta seguíamos otro camino que conducía a Santiago que cruzaba nuestro propio camino numerosas veces. . El camino que empezamos a andar era el camino de Geira e Areeiros, que también partía de Braga pero era un camino que atravesaba el interior de las montañas y rara vez atravesaba pueblos, en este punto, debemos haber perdido las señales y empezamos a seguir este ruta (que transcurría en lugares comunes de nuestro camino). En Barzamedelle tendríamos que haber atravesado el río Avia y cruzarlo al otro lado seguido de A Ponte, Mesón de Pardo, Cubilledo..., pero seguimos otra ruta donde cruzamos la mitad de la montaña por Lebosende, O Outeiro y allí entró en el corazón de la montaña.
No sé cómo sería el otro camino, probablemente habríamos pasado por muchas más personas y pueblos, pero el camino que seguimos fue una de las partes más hermosas de todo nuestro camino Minhoto Ribeiro, y también fue muy curioso, extraño. y pasaron cosas graciosas. Cuando llegamos a Lebosende, cuando bajábamos al pueblo para cruzar el centro del pueblo, nos encontramos con un señor que subía en dirección contraria a la que íbamos y que nos saludó. Continuamos cuesta abajo y cruzamos la Iglesia de San Miguel de Lebosende donde tenemos una vista panorámica sobre los valles. Luego entramos por un camino a la izquierda y nos dirigimos a un lugar lleno de viñedos y diferentes plantaciones, continuamos el camino al pie de la montaña y cual fue nuestra sorpresa al encontrarnos con el señor que nos habíamos cruzado en la bajada al pueblo. Mentalmente y con las direcciones que estábamos siguiendo, nos hubiera sido imposible cruzarnos con ese señor de allí (automáticamente, el tema de los portales que había hablado con el señor el día anterior vino a mi mente, en mi cabeza no tenía sentido que él estuviera allí (y mirando la ruta en Google Maps y cartografías era imposible haberlo encontrado, pero lo hicimos, y fue extraño)) [...] Estábamos en un cruce cuando te encontramos y aprovechamos para abastecernos de agua de una fuente que había allí y nos sentamos un rato en un banco mientras pedíamos indicaciones de por dónde iba el camino, porque en esa zona había Eran pocas direcciones y dudábamos si nos habíamos perdido, más aún al verte de nuevo, cuestionábamos si no andábamos en círculos. Increíblemente no, estábamos en el camino correcto. Nos indicó el camino por en medio de la montaña y que más adelante encontraríamos un cruce de caminos que si bajábamos nos llevaría al río Avia pero era un camino más largo, si íbamos cuesta arriba acortaríamos un poco el camino y siempre caminábamos tierra adentro desde la sierra. Así lo hicimos, a pesar de ser una subida, optamos por el camino más corto, aunque más difícil.
No nos arrepentimos de haber seguido ese camino, encontramos belleza y extrañeza. El entorno de los árboles y la vegetación transmitía calma y tranquilidad, el sonido de nuestros pasos recorriendo el sendero marcaba un ritmo muy característico. Y como continuamos en este ambiente, pasamos a un hombre que tenía una casa situada allí, en medio de toda la vegetación y sin nadie alrededor, habíamos caminado kilómetros y no había señales de civilización, solo esa casa apareció allí en el en medio de la nada con una decoración muy atrapante, peculiar… Automáticamente mi imaginación fluyó, como era habitual en el camino.
Un poco más adelante encontramos unas ruinas de lo que parecía ser un antiguo pueblo, ahora tomado por la vegetación, era algo muy hermoso, el musgo ya se había apoderado de las piedras, los árboles ya crecían dentro de las casas, todavía estaba posible pasar por los caminos rodeados de muros a un lado y al otro y observar lo que en otro tiempo fueron viviendas. Caminamos por los callejones que aquí y allá estaban cortados por pequeñas escaleras que daban acceso a las casas, completamente en ruinas. Estábamos en el Pueblo Abandonado de Vinoá.
Seguimos por el camino sinuoso entre tierra y rocas y empezamos a descender, bajamos mucho hasta llegar a Pazos de Arenteiro, habíamos llegado a nuestro objetivo, sin embargo aún era temprano y ya habíamos decidido caminar un poco más hasta Salón , que estaba unos kilómetros más adelante. Poco sabíamos la sorpresa que nos esperaría en Pazos de Arenteiro…
Por Irina Marques
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