El último dÃa nos levantamos temprano y nos preparamos para el último tramo del camino, que serÃan unos 25 kilómetros. La noche anterior me habÃa cuidado el pie, ya no me dolÃa mucho. Saber que estos eran los últimos kilómetros y el último dÃa me traÃa una mezcla de alegrÃa y tristeza, era extraño, no querÃa que el camino terminara y el hecho de que estaba caminando no era para llegar, pero lo que realmente importaba la ruta, el destino era sólo el propósito. Fueron innumerables los sentimientos que se apoderaron de mà ese dÃa, que hicieron que este último viaje me llevara mucho dentro de mi mente. Fue como si se abrieran ciertas puertas y comencé a comprender algunos aspectos de mà mismo, de mi personalidad y de mi convivencia con otras personas, todos estaban interconectados. Creo que fue la culminación de un momento de un gran estudio que hice sobre mà mismo: cómo me comportaba, qué me decÃa mi mente, las actitudes que tomaba, los impulsos que tenÃa. Calmé muchos de mis sentimientos, planteé preguntas y encontré respuestas, fue un conocimiento muy profundo y demasiado interno donde se entendÃan y entendÃan las emociones. Visité lugares que nunca hubiera creÃdo posible encontrar.
Pero nuestro camino no hubiera terminado sin pasar por algunas aventuras más... Cuando salimos de la pensión donde habÃamos dormido, caminamos unos kilómetros hasta el pueblo de S. Pedro de Ancorados y al poco tiempo de perdernos empezamos a caminar. por una carretera en dirección completamente opuesta a Santiago de Compostela, era oficial, estábamos perdidos… Aprovechamos para intentar pedir ayuda para localizarnos pero por esa zona no pasaba nadie, solo de vez en cuando pasaba algún coche por la carretera y, como no tenÃamos otra alternativa, pedimos a los coches que se detuvieran para darnos indicaciones. Tuvimos mucha suerte con una señora que pasó para ir a trabajar y nos dijo que Ãbamos en dirección contraria, se ofreció a llevarnos al lugar donde debÃamos estar, que era Mamoela. En el coche quiso saber de dónde venÃamos y le contamos algunas de las aventuras que ya habÃamos vivido en el camino. Mientras tanto, nos dejó donde debÃamos estar y seguimos el camino hacia Vilagude. El camino ahora estaba pavimentado, los caminos estaban debidamente señalizados, lo cual era bastante bueno. Aparecieron también más pueblos, ya no caminábamos en montaña, sino de pueblo en pueblo, y en un instante llegamos a Lestedo. Paramos para comer algo y tomar un café y pensamos que estábamos en la recta final. El señor del café, al darse cuenta de que éramos peregrinos, nos ofreció a cada uno una botella de agua para el resto del viaje, fue un gesto de generosidad muy bonito e inesperado.
En Lestedo continuamos por la carretera y cruzamos otra vÃa de Santiago - A VÃa de la Plata, que discurre paralela a la nuestra hasta A Gándara. Aquà las marcas de que llegábamos ya estaban por todas partes… y la emoción también. Empezamos a mirar hacia atrás en el camino, lo bueno y lo doloroso que habÃa sido, lo mucho que habÃamos aprendido y visto.
Pensamos que por el camino nos cruzarÃamos con romeros, pero solo nos pasó un ciclista muy apurado, también entendimos que hacer el carril bici no debÃa ser nada fácil (a mà me costarÃa mucho más que andar). Mientras caminábamos y veÃamos los kilómetros acortarse, una sensación de opresión en el corazón nos iba reconfortando. Era como si nos sintiéramos realizados y con una alegrÃa imposible de describir, nos acompañaban todas las dificultades y desafÃos que atravesamos asà como los momentos extraordinarios, estábamos muy felices, más aún sabiendo que en cualquier momento podÃamos habernos dado por vencidos y no lo hicimos El paisaje en ese pueblo comenzaba a abrirse, ya no eran colinas y montañas, sino llanuras y campos hasta donde alcanzaba la vista. En este último viaje me vino la inspiración, comenzamos a mirar hacia atrás en el camino, la vida, las idas y venidas que dejamos atrás, y bellas palabras y frases invadieron mis pensamientos - en ese momento me sentà invencible - estaba en el mi camino y todos los dolores y frustraciones fueron aceptados y convertidos en alegrÃa y felicidad.
En esta parte del camino no hubo muchas más interacciones, solo sentimientos que se produjeron, capÃtulos que se abrieron con una nueva mirada y un entendimiento más maduro, surgieron ideas con cada paso que se daba, se produjo un quiebre de inspiración, viajé en mi propia mente y me di cuenta de muchas cosas. También residÃa en mà un pequeño sentimiento de tristeza al saber que esa aventura estaba llegando a su fin… fue un viaje con una mezcla de emociones muy fuertes.
Por Irina Marques
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